Fotografía: MarthaJ.OsunaB. Ángel Gustavo Rivas Información general sobre el Festival de las Artes Navachiste Ha llegado la Primavera, en Ciudad de México ya están floreadas las jacarandas y el color violeta embellece los paisajes urbanos, esto significa -se lo escuché a Vidal Flores alguna vez a la orilla del mar- que ya está muy cerca el Festival Navachiste. Las olas del mar, en la costa sinaloense, están acomodando la arena para recibir a los amantes de la poesía que llegarán al Carrizo Colorado a pasar una semana entre letras, escultura, teatro, música, agua salada, cerros y otros humanos felices en un ambiente que conjuga arte, naturaleza y fraternidad. El Festival Internacional de las Artes Navachiste se celebra "siempre en Semana Santa" en las costas de Sinaloa, sobre la arena con conchas de caracol, entre cerros y manglares y ante las tranquilas aguas de la Bahía de Navachiste, en los límites de los norteños mu
¿No conocísteis a Felipe Vértiz?
Apenas comenzaba a vivir. El
hermoso horizonte de la dicha abríase ante sus ojos y tocaban ya sus plantas el
umbral de la ventura. Muchas ilusiones abrigaba su corazón, y muchos sueños su
mente, muchas esperanzas su espíritu.
¿Quién hubiera dicho que estas
esperanzas y esos sueños y aquellas ilusiones debían bien pronto convertirse en
humo? ¿Quién hubiera dicho que aquel
joven lleno de vida, de ilusiones lleno, tocaba ya las puertas de la muerte?
Parece increíble, y sin embargo,
¡es cierto…!
¡Pobre Felipe!
Su corazón era noble y generoso
como ninguno, clara y despejada su inteligencia, ejemplar y modesta su virtud.
¿Quién no le quería? ¿quién no le amaba? Hijo modelo y excelente hermano, buen
compañero y cariñoso amigo, era de todos estimado, de todos querido y de
ninguno odiado.
La sociedad le abría sus puertas,
un porvenir de dicha le esperaba, y ya tendía su manos a descorrer el velo
misterioso del hogar.
Se hallaba en el apoteosis de sus
ilusiones.
Un paso más, y Felipe hubiera
ceñido a las puras sienes de su amada la blanca corona de azahares. Un paso
más, y el hogar, que es templo y que es santuario, le hubiera abierto sus
doradas puertas, brindándole todas las dichas, todos los goces que soñara.
Empero, Dios no lo quiso.
Tal vez Felipe reía, tal vez
Felipe soñaba, cuando la muerte vino a sorprenderle.
Nadie hubiera dicho, pocos
minutos antes, que Felipe se moría.
Y sin embargo, ya la muerte se
emboscaba en sus entrañas, traidora enfermedad de corazón le consumía, y pocos
momentos después, aquel joven, en cuyo rostro la vida centelleaba, aquel joven
cuyo corazón era nido de ensueños, aquel joven… no existía.
Pocas horas antes, la vida, los
sueños, la esperanza. Después, el cadáver, los cirios y las lágrimas. ¡Triste
verdad que hiela de pavor el pecho, y que en el alma triste pone espanto!
Morir, cuando mucho se ha
sufrido; morir, cuando mucho se ha llorado; es alcanzar no sólo el término,
sino el descanso; no sólo el reposo,
sino la dicha.
Pero morir cuando se sueña, morir
cuando se ríe, cuando se mira la vida por un hermoso prisma de colores, morir
es entonces lo más triste, lo más horrible, lo más negro; es la despedida
luctuosa de todo cuanto se ama; es deprenderse de lazos que forman los lirios y
las rosas; es un dolor, un tormento, un martirio.
Quizá por eso el cielo, que amaba
a Felipe porque era bueno, no quiso que llorara en esa despedida, no quiso que
sufriera en esa muerte, y le arrancó de la tierra sin que él mismo le sintiera,
y abrióle, desde luego, el paraíso. Un amigo menos. Un combatiente que perece
en el comienzo de la lucha. Un peregrino que ha alcanzado el término de su
viaje.
Versión audio en Youtube.
[1] Apareció en El Federalista del 31 de diciembre de 1876 como una de las seis subdivisiones de un artículo titulado “Confidencias” y firmado “Manuel Gutiérrez Nájera”. Conservamos el subtítulo que lleva allí.
[1] Apareció en El Federalista del 31 de diciembre de 1876 como una de las seis subdivisiones de un artículo titulado “Confidencias” y firmado “Manuel Gutiérrez Nájera”. Conservamos el subtítulo que lleva allí.
Hasta
ahora no ha sido recogido.
[2]
Transcribí este relato desde: Gutiérrez Nájera, Manuel, Cuentos completos y
otras narraciones, Fondo de Cultura Económica, 2ª ed., Colección popular, Pról,
edición y notas de E. K. Mapes, estudio preliminar de Francisco González
Guerrero, México, 1983, pp. 333-334. La nota 1 es de E. K. Mapes. Se puede leer una ficha de autor aquí.
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El Jacalito del Fondo, blog de literatura.
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