Fotografía: MarthaJ.OsunaB. Ángel Gustavo Rivas Información general sobre el Festival de las Artes Navachiste Ha llegado la Primavera, en Ciudad de México ya están floreadas las jacarandas y el color violeta embellece los paisajes urbanos, esto significa -se lo escuché a Vidal Flores alguna vez a la orilla del mar- que ya está muy cerca el Festival Navachiste. Las olas del mar, en la costa sinaloense, están acomodando la arena para recibir a los amantes de la poesía que llegarán al Carrizo Colorado a pasar una semana entre letras, escultura, teatro, música, agua salada, cerros y otros humanos felices en un ambiente que conjuga arte, naturaleza y fraternidad. El Festival Internacional de las Artes Navachiste se celebra "siempre en Semana Santa" en las costas de Sinaloa, sobre la arena con conchas de caracol, entre cerros y manglares y ante las tranquilas aguas de la Bahía de Navachiste, en los límites de los norteños mu
Salí de la oficina, esta vez abrigado con una gruesa y
cálida chamarra. Hoy, esta noche, no he sufrido el frío como en las noches
anteriores, por un lado porque es la noche en que mejor me he abrigado desde
que empezó a hacer frío, antes seguía yo sin sacar las chamarras, usando
solamente los suéteres normales y no estas cosas enormes que sí le crean a uno
un nicho portátil de calidez; y por otro lado, la noche ahora es un poco menos
fría que las anteriores, estamos hoy a trece grados, y no a ocho, cinco grados
son también una diferencia significativa. Con todo, es una noche fría, y cuando
el viento corre uno siente el frío que el viento recoge en su camino y va
juntando para estrellárselo en la cara a uno. Luego, pues, sí hace frío, sí es
una noche fría y sí es necesario protegerse. De no estar usando la
chamarra, sin duda que vendría temblando como en la noche anterior.
Venía pensando en todo, con motivo de estar por primera vez
usando las chamarras en esta temporada, en el camino de la oficina al
departamento. Hice el camino de siempre, de casi todas las madrugadas y de algunas
noches: vi donde mismo a los policías de siempre, una guardia misteriosa que nunca
he sabido qué cosa cuida; vi a los mismos indigentes en su mismo rincón con su
mismo estilo y sus cobijas viejas, todo bien, todo normal en más de medio
camino.
Pero de pronto vi a un indigente nuevo, estaba a unos
metros de los anteriores, en la banqueta, despierto y en movimiento, pero
acostado sobre no sé qué cosa; me llamó la atención este sujeto porque, aunque
traía una chamarrilla, medio equis, medio no muy grande, no tenía ni encima ni
debajo una cobija, estaba, pues, demasiado a la intemperie.
No pude verlo mucho porque en el instante en que a ello me
aboqué, él, que se movía, volteó la mirada justo hacia donde yo pasaba
caminando, y estaba en ese preciso instante llevando su mano a su bragueta,
vaya Juan a saber si para rascarse, acomodarse o masturbarse, sea lo que
fuere, yo voltee de nuevo la mirada hacia el camino, y seguí. En los siguientes
treinta metros tomé la firme decisión de llegar a la casa, tomar una cobija y
regresar a dársela. El frío es una cosa terrible.
Antes de cruzar el boulevard adelante, voltee de nuevo,
seguía moviéndose a un lado y a otro, no podía dormir, era evidente, y con el
frío y estar en el suelo tirado y sin cobija, no era para menos.
Durante el resto del camino fui pensando en qué cobija
podría ser, la verde-gris está ya muy viejita, no creo que sirva de mucho en
exteriores, la cafecita que estoy usando ahora no es tan vieja ni está tan
jodida; pero…, me pregunté al instante -por esa tendencia que tenemos los
humanos de abandonar bien pronto los proyectos que no dando ganancias sí
implican algún sacrificio, en este caso el de la cobija- ¿irá a valer la pena?
¿irá ese hombre a conservar y cuidar la cobija? ¿o irá a servirle esta noche
nada más y estará mañana en la basura? ¿será este hombre un indigente de veras?
¿o será sólo que hoy se le fue el metro, o se empedó y quedó allí o alguna
cosa pro el estilo?
Intentando recordar su aspecto, que no había visto bien, me
pareció que no estaba tan como de la calle, las partes blancas de su chamarra
permanecían más o menos blancas todavía. Al final tomé la cobija y salí a
llevársela, ya se había dormido, lo desperté, no parecía entender lo que le
decía. Amigo, lo llamaba, amigo, mira, te traje una cobija; cuando él despertó
la vio y me vio, pero seguía sin reaccionar muy bien, ¿no la quieres? le
pregunté, asintió con la cabeza y dijo "gracias"; la desdoblé y le
arrojé una punta, él no la tomaba ni hacía nada, me miraba solamente, entonces
la extendí sobre su cuerpo y lo tapé, pa que no pases tan gacho el frío, le
dije, buenas noches, y me fui.
El hombre era moreno, tenía un aspecto que ahora me parece
que podía ser quizás el de un inmigrante: estaba ya sucio, pero no demasiado,
tenía de almohada una mochila pequeña donde no muchas cosas había, era muy
chico el bulto; su rostro no tenía barba, evidentemente no hacía mucho que se
había rasurado; estaba recostado sobre un diminuto cartón, de menor tamaño que
su cuerpo.
No quise pensar más en quién podría ser, caminé a casa
y al llegar empecé a escribir esto. Quizás sea un sudamericano o un
sudamexicano en su viaje a los EEUU, donde pronto reinará el monstruo Trompas;
quizás sea sólo un muchacho vago que hoy se quedó en la calle, quizás sea un
indigente nuevo; no lo sé y veo difícil que llegue a saberlo, pero aunque no de
ocho grados, esta fría noche de trece grados ya tiene por lo menos una cobijita
café, yo creo que estará mejor esta noche, después no sé nada, pero al final,
me pareció que aunque fuera por esta noche, valía la pena.
Yo me hubiera sentido muy mal si no se la llevaba, y él se
habrá sentido mejor, supongo, porque se la he llevado. Yo, que me dedico a
escribir estas croniquitas (en que a veces en dos líneas digo tres veces la
palabra noche), sé por experiencia propia que el hambre y el frío son dos cosas
muy gachas y cabronas de sentir, y por eso trato de ayudar siempre que puedo.
Loca esperanza de la vida mía, de Ángel Gustavo Rivas, obtuvo el Premio Interamericano de Poesía Navachiste 2018, y está a la venta en Amazon. Para comprarlo, haga click aquí o en la imagen abajo. Para leer un poco más sobre este libro y leer algunos poemas, vaya a la página en Jacalito Literario de Loca esperanza de la vida mía.
Visita Amazon Libros, nunca dejes de leer.
Comentarios
Publicar un comentario